Se vieron enfrentadas al principio de los tiempos. Entonces
luchaban a escudo y capa o con flechas. Unas veces ganaban unos otras veces,
los otros, pero la batalla no cesaba.
La mentira tenía más poderío armamentístico y la verdad, con
sus pobres armas, le costaba derrotar a aquellos que habían nacido para la
guerra.
Pese a todo seguían las contiendas, cada vez con armas más
sofisticadas. Pero no solo valen las armas, también el ingenio de la verdad,
que llevaba a la mentira a caer en sus propias trampas.
Primero se luchaba con espadas, luego con catapultas, más
tarde con cañones y luego con armas de fuego de todo tipo. Ametralladoras,
fisiles y bombas de mano.
Hoy día continúa la lucha, pero con armas comerciales, que
son las que enriquecen a la mentira y mata de hambre a los pobres de los países
que no tienen recursos.
La verdad, modestamente sigue su lucha, que es trabajar para
ganarse el sustento y vencer a la mentira, que no hace más que protestar de lo
mal que le va.
La mentira nunca está contenta, siempre tiene algún problema,
cuando debería estar radiante, pues domina todos los negocios y la verdad solo lucha en silencio, por un
trozo de pan.
Una vida que es de todos por igual y no hay una guerra que
extermine a la buena gente, que luchará por hacerse un rinconcito en el Cielo,
que ahí no entra la mentira, por muchas armas que tenga.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario