viernes, 15 de noviembre de 2019

LA HUCHA DEL POBRE


A algunos no les da ni para comprársela. Los que la tienen guardan telarañas en ella, porque tiene una ranura de entrada y un boquete grande de salida.
Si mete algo en ella, poco después lo tiene que sacar, porque lo necesita para cualquier cosa. Es una ruina.
La lata está más vacía que un convento de monjas, de hombres que las custodien.
Los más pudientes, tienen la hucha llenita y no saben en qué van a gastar tanto dinero. Que se lo den a los pobres, que estos saben bien en qué emplearlo.
Yo no tengo ni hucha, porque si le echo hoy algo, mañana lo tengo que sacar y no interesa.
Los gastos son más que los beneficios en la vida del pobre. No tiene problemas de acumulación de dinero. Vamos que está siempre sin un euro que derrochar.
Un pobre se compró una hucha y la tuvo que vender para pagar los gastos de la casa.
¿Para qué quiero yo tener una hucha vacía? No vale la pena. Es mejor no pensar en ello.
Es una lata no tener nunca nada que guardar, por si uno tiene un capricho necesario.
La gracia sería tener una hucha llenita y tener que comprar otra más grande, para poder meter los caudales. Yo no pierdo la esperanza y espero que me toque una lotería, a la que casi nunca juego. La suerte puede estar en cualquier esquina. Búscala.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA. 

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