Los hombres son como los toros, unos bravos y otros mansos,
de estos los menos, sobres todo los más jóvenes que se vuelven rebeldes en la
pubertad.
Desgraciadamente, los mansos son los menos y los demás son
más bien rebeldes. Estos se creen los amos del mundo y que todo gira alrededor
de ellos, cuando no son nada.
La mansedumbre es una cualidad que debería imperar en la
mayoría de las personas, porque los hace más eso, personas, dignos de una vida
tranquila y pausada.
Los rebeldes no se amoldan a una vida tranquila, y en
concordia con las demás personas, que añoran una vida sin problemas y con
tranquilidad.
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Quisiera decir que hay muchos mansos, pero no puedo, porque
aunque así lo parezca, no lo es. La mayoría son amantes de una vida desordenada
y con problemas.
Los mansos, como lo toros, tratan de amansar a los bravos y
llevarlos al chisquero, con paciencia y buena letra, como mandan los cánones
humanos.
Al final se tendrán que avenir a razones y darles la razón a
los tranquilos, que son más valientes que los “locares”, que andan sueltos por
esos mundos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ.
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