Este título parece la estrofa de una canción, pero no lo es.
Es el tiempo por el que yo brindo mi cariño a mis amigos. Desde el pasado al
presente y la eternidad.
Yo no busco amigos de conveniencia (mía o de los demás). Yo
busco la amistad pura, que nace del corazón y del alma, para cada persona y sus
allegados.
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Por ejemplo: yo tengo un amigo y este tiene (por las
circunstancias que sea) que marchar, digamos al extranjero. Pues en esa
lejanía, el fervor sigue latente.
No me gustan, por tanto, los amigachos de hola y adiós, que
al primer problema que surge entre ellos, cortan su amistad, se va cada uno por
su lado y si te vi no me acuerdo.
De estos amigos que yo busco hay pocos y están muy
contaditos. Este amor puede llegar a ser mayor que el de hijos a padres. Pongo
por ejemplo el amor que se prodigan esposo y esposa.
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Ustedes diréis que de donde saco estas palabras, pues bien
salen de mi alma que, modestias aparte, es buena y bondadosa, para con todas
las personas del mundo.
Yo creo que los amores más grandes que hay son el de padres a
hijos y viceversa, el del esposo y esposa y el de amigos que solo se conocen de
tratarse (como vecinos, en el trabajo…)
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ.
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