Es este mundo en que vivimos. Es, ni más ni menos, como
nosotros queremos que sea. No podemos echarle la culpa a nadie. Somos casi
completamente libres de hacer lo que mejor nos parece.
Nos quejamos de que todo va mal. Que no hay trabajo y el que
hay está mal pagado y es precario, que la economía va mal, que estamos
estresados, que tenemos que trabajar mucho…
Y ¿Quién tiene la culpa de todo esto? Pues nosotros mismos,
porque queremos mejorar y vivir económicamente mejor. Si ya con el trabajo que
tenemos nos sobra tarea. Si quiero ganar más, tendré que trabajar más y no es
eso lo que queremos. Deseamos ganar más y trabajar menos y eso no es
prácticamente viable.
Cada cual ha de buscar lo que mejor le conviene y no quejarse
tanto del trabajo, de la empresa y de los políticos.
Y en cuestiones morales, andamos mal, muy mal. Somos amigos
de los que nos convienen, del que está peor que yo económicamente, no queremos
saber nada de él. Eso no es un mundo fuerte, es de papel. Fuerte sería si nos
conformáramos con trabajar lo suficiente para comer y vivir.
Pero esto no es así,
somos ambiciosos de cosas materiales, que no hacen la felicidad.
Yo le pediría a mi empresa que me diera condiciones buenas de
trabajo y no que me subiera el sueldo. Luego nos quejamos de que tenemos que
trabajar mucho y en malas condiciones.
Yo le pido al mundo el no tener que ir corriendo siempre, con
prisa y sin poder llevar lo que yo llamo una vida normal.
Esta que tenemos es una vida acelerada, sin tiempo, nada más
para lo imprescindible.
Necesitamos cambiar el mundo de papel por uno de acero,
incorruptible, duro y menos falso.
Pregúntale a tu padre o a tu abuelo cómo debería ser el
mundo.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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