lunes, 28 de agosto de 2017

CONDUCTOR DE TREN

A mí me hubiera gustado haber sido, pero me quedé en la puerta, ya que no tenía autorización para conducir esos vehículos. No llego a capitán de barco o comandante de avión, porque me da miedo el mar y tirarme en paracaídas.
Son oficios de gran responsabilidad, pero ahora tengo uno que no lo es menos: cuidar de mi familia, que todo vaya bien y que sean salvos en una vida llena de problemas y llevarlos a la otra vida sin incidentes reseñables y con toda normalidad.
¿Qué como hago esto? Pues cuidándome a mí mismo y que no les pase nada a ellos. Nada de importancia, porque problemas tiene la vida para dejárselos sobrados. Caminar por la vida es una aventura peligrosa, si se tiene en cuenta lo de cosas que te pueden ocurrir en un momento dado.
Mi familia es muy grande, tan grande como el mundo entero y, en parte, corre de mi cuenta que este funcione cada día como un auto nuevo y con un conductor prudente.
Volvamos a lo del tren. A mi hubiera gustado tener una responsabilidad mayor a la que ostenté como camionero y conductor de autobuses. Tenía ambición de desempeñar un cargo de importancia, que con el tiempo conseguí.
Un tren transporta a gran velocidad viajeros o mercancías y hay que estar cualificado para hacerlo. Yo creo que lo estaba, pero nunca se puede estar seguro. Hay que ser muy paciente y sagaz para transportar a tanta gente. El camino es peligroso y la mercancía mucho más. No se puede beber alcohol ni fumar tabaco
Hay que estar descansado y no tener problemas físicos ni psíquicos. No se pueden tomar ciertos medicamentos. Hay que estar al máximo de reflejos y de equilibrio. No se puede jugar con la vida de la gente. Es una mercancía muy peligrosa.

JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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