A mí me hubiera gustado haber sido, pero me quedé en la
puerta, ya que no tenía autorización para conducir esos vehículos. No llego a
capitán de barco o comandante de avión, porque me da miedo el mar y tirarme en
paracaídas.
Son oficios de gran responsabilidad, pero ahora tengo uno que
no lo es menos: cuidar de mi familia, que todo vaya bien y que sean salvos en
una vida llena de problemas y llevarlos a la otra vida sin incidentes
reseñables y con toda normalidad.
¿Qué como hago esto? Pues cuidándome a mí mismo y que no les
pase nada a ellos. Nada de importancia, porque problemas tiene la vida para
dejárselos sobrados. Caminar por la vida es una aventura peligrosa, si se tiene
en cuenta lo de cosas que te pueden ocurrir en un momento dado.
Mi familia es muy grande, tan grande como el mundo entero y,
en parte, corre de mi cuenta que este funcione cada día como un auto nuevo y
con un conductor prudente.
Volvamos a lo del tren. A mi hubiera gustado tener una
responsabilidad mayor a la que ostenté como camionero y conductor de autobuses.
Tenía ambición de desempeñar un cargo de importancia, que con el tiempo
conseguí.
Un tren transporta a gran velocidad viajeros o mercancías y
hay que estar cualificado para hacerlo. Yo creo que lo estaba, pero nunca se
puede estar seguro. Hay que ser muy paciente y sagaz para transportar a tanta
gente. El camino es peligroso y la mercancía mucho más. No se puede beber
alcohol ni fumar tabaco
Hay que estar descansado y no tener problemas físicos ni psíquicos.
No se pueden tomar ciertos medicamentos. Hay que estar al máximo de reflejos y
de equilibrio. No se puede jugar con la vida de la gente. Es una mercancía muy
peligrosa.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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