Eso precisamente somos las personas buenas del mundo, la
mayoría, lejos de esas lenguas viperinas (propias de serpientes venenosas como
la víbora). Cada uno pone un poco en ese guiso bueno que es el mundo. Unos con
su trabajo, otros trabajando en casa y cada uno en su royo, que es bueno a más
no poder.
Lo que ocurre es que en el mundo hay cosas malas, como la
envidia y el dinero, que hacen de esas personas bellas, seres indeseables, que
amargan la vida de los demás y los convierten en sanguijuelas como ellos.
El mundo es un camino a recorrer que, si está bien sazonado
puede ser agradable y bien bueno para todos. Que no se desvirtúen aquellos que
andan por buenos senderos y los que no que se avengan a esas personillas que
luchan día a día por un mundo mejor, más humano y lleno de bondad.
La vida es como una flor en pleno apogeo que, si la cuidas
bien, se mantiene bonita por siempre. Lucha por ponerla bien bonita, que las
almas que en ella existen florezcan cada primavera, con la ayuda de la sal del
mundo, que hace buenas a las personas malas, que hace que brillen con luz
propia.
Una a una, las personas van cambiando y poniendo el planeta
que se nos ha regalado muy bonito. Que Dios que está en el Cielo, nos pueda
mirar con buenos ojos y nosotros hagamos lo que Él quiere, que es el bien de
todos en este caminar por el mundo, dirigido hacia el Cielo.
Quien no crea en Dios, que crea, al menos, en si mismo y ame
a los suyos con el corazón y que los lleve por el buen camino.
Que la suerte os acompañe a todos, por este mundo sazonado
con sal humana y que disfrutéis de vuestros días en la tierra.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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