Se apaga cuando llega el sol de mi querido Dios de la Verdad
y la Vida. Es como una luciérnaga ante un sol de luz y de Verdad. No vale nada
comparada con la luz del Cielo.
Lo imposible no existe en este mundo de creyentes que luchan
por hacer del mundo, cada día, un poquito mejor. El sol apaga las tinieblas de
la noche ante un día de luz y de Verdad.
Cada mañana nos ponemos en marcha para trabajar por este
mundo que es de todos y para todos, buenos y malos que vivimos con intensidad
una vida real y de buenos augurios y de una realidad latente.
El corazón es el que nos mueve hacia un mundo mejor, que no
vemos todavía con claridad.
No necesitamos de nada ni de nadie para vivir felices en este
mundo, mientras esperamos que venga el otro cargado, de bienes y riquezas, de
luz y de color.
Una simple semilla que se inca en el suelo, se riega y al
tiempo da su fruto, es seña de que Dios existe. Esta semilla nos alimenta y nos
da con candor el alimento que necesita nuestro cuerpo para vivir en este mundo.
Otro alimento es el que recibimos más allá de este mundo,
cuando sea el que nos hace vivir por siempre y no precisamos nada más. Será un
mundo de alegría, de luz, de color, de constancia y de Vida Eterna.
Cada mañana amanece con una nueva esperanza de que ese día,
tan esperado, llegará y lo hará a lo grande y no necesitará de nada ni de nadie
para seguir alumbrado, por siempre jamás.
En ese día se cumplirá todo lo puesto en las Escrituras y
todo ser viviente pasará a una vida mejor e interminable.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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