NO AMANECIÓ UN DÍA
24-06-2017
Me levanté una mañana, ya tarde, y salí a la calle, pero no
fumé. Eran las nueve de la mañana y no había amanecido. No escribí, como de
costumbre, no me lavé ni duché, no hice oración, no me afeité. Volví a salir a
la calle y el Cielo estaba plagado de estrellas. La gente estaba desorientada.
No desayuné ni tomé la medicación. El día era raro.
Mis padres seguían acostados y el gallo no cantó esa mañana.
No salí a pasear y a comprar, pues todo estaba cerrado. Como no sabía qué hacer,
me acosté de nuevo, pero no dormí, porque ya estaba harto.
Pensando y pensando en qué podía pasar, me acordé de mi Dios.
El día se había olvidado de nosotros, sin que pudiésemos hacer nada para
remediarlo, solo esperar.
El tiempo seguía pasando y era de noche todavía. La gente
como no sabía qué hacer se volvía para casa y no iba a trabajar. Oré a mi Dios
y no me dio respuesta a la situación.
¿Qué pasa esta mañana que no sale el sol y no alumbra el
mundo? Nadie lo sabía. El mundo estaba del revés. La gente se preocupaba.
Es raro, esta cosa no ha pasado nunca, el sol no ha faltado
nuca a su cita, mientras las estrellas seguían impasibles en el Cielo.
Nadie salía de sus casas y ni los gatos daban fe de lo que pasaba.
No les eché de comer ni limpié sus aposentos.
Raramente, no tenía ganas de fumar y de salir a pasear, como
suelo hacer cada mañana. Mi corazón latía triste y desganado. ¿Qué puede pasar?
Pasaba el tiempo y no amanecía. Yo seguía en la cama, pero
sin dormir. El día se había olvidado de nosotros. Tendremos que esperar a
mañana para ver si las cosas siguen igual y no ha de amanecer nunca más.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA .
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