viernes, 12 de abril de 2019

CONDUCIR EN MÁLAGA


Es un puro cachondeo. Cada uno va por donde le parece bien. Las Leyes de Tráfico aquí no sirven de nada, no se respetan como es debido, tanto por vehículos como por peatones, cuando en una urbe con tanta diversidad de vehículos y conductores tan variopintos, deberíamos atenernos a las normas para que no haya accidentes desgraciados.
Luego nos excusamos: “como no venía nadie”  ”yo pensé que no hacía mal a nadie”. Todo esto no vale para nada. Cuando ocurre un accidente es lamentable para todos y es una pena.
Cuando se conduce hay que tener en cuenta que no todos tienen la misma habilidad, que nosotros, los jóvenes. Hay tanto conductores como peatones mayores, que dudan a la hora de hacer una maniobra o cruzar una calle.
En esta ciudad que se nos queda pequeña, sobre todo es época estival, no se tiene en cuenta que hay, como en otras, muchos tipos de conductores y peatones. Están los más jóvenes que tienen muchos reflejos, están los conductores nóveles, están los maduros y también los ancianos.
Todos tenemos que gastar mucho cuidado con los más vulnerables: niños, ancianos, impedidos y sobre todo con los despistados, que no tienen cuidado con nada ni con nadie.
Los profesionales se quejan de tal desbarajuste, porque ellos están todo el día en la calle y ven cada barbaridad y tienen que frenar bruscamente ante el cruce de un coche, moto o peatón que cruza por donde no debe, se salta un semáforo o un paso de peatones.
La Leyes de Tráfico están hechas para respetarlas y conseguir una mejor convivencia en la calle, que es de todos y para todos. Nos tendrían que poner un policía a cada uno para que actuásemos correctamente y aun así, lo burlaríamos. Yo no sé como se conduce en otras ciudades, pero lo que es en Málaga, fatal.
Yo los estoy y me estoy poniendo muy mal, pero entre todos, también hay buenos conductores y peatones cuidadosos.
No cuesta trabajo y vamos a llegar a la misma hora a nuestro destino.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

jueves, 11 de abril de 2019

EL DINERO


Es tan necesario como puñetero. Hace falta para comprar comida, ropa, calzado y todo lo que se necesita en una casa, pero el justito, porque si no nos volvemos tontos y no aguantamos a nada ni a nadie.
Hay que trabajar mucho para conseguirlo, por lo que no debemos derrocharlo. Hay que ser un buen administrador de tan preciado bien para que dure todo el mes, que es cuando cobramos la mayoría de los trabajadores y jubilados.
Los autónomos trabajan por su cuenta y cobran cuando terminan el trabajo o mitad al empezar y mitad al terminar. Como hay mucha competencia ganan poco y tienen que pagar impuestos a hacienda, por lo que les queda lo justo para vivir.
No debemos ser ambiciosos con el vil metal, pues además de no traer consigo la felicidad, cuesta como digo, mucho ganarlo.
No lo gastamos solo en comida y ropa, también hay que pagar la electricidad, el gas butano, el seguro de decesos, el impuesto de bienes inmuebles y gastos imprevistos.
Es el mejor y el peor invento de la sociedad. El mejor porque con él podemos adquirir todo lo necesario para casa y algún capricho. Es el peor porque por él nos disgustamos con los demás porque lo queremos todo para nosotros.
Yo no quisiera ser rico nunca, porque perdería a los amigos que tengo, que me buscarían por mis cuartos y no por mi persona, que es lo que yo quiero que les agrade a todos.
Un poco de dinero extra si que vendría bien a todo el mundo, para renovar algo en casa y para andar más desahogados. Sin embargo una cantidad grande, nos trastornaría la vida.
Cuando se tienen unos ingresos generosos, lo mejor es gastarlos casi todos, porque para eso están.
Te quiero dinerito, pero te quiero poquito.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

miércoles, 10 de abril de 2019

LA CIRCULACIÓN


En Málaga está que da pena. No se respetan las normas de tráfico. Las bicicletas y los patinetes eléctricos van por donde les viene bien poniendo en peligro su seguridad y la de los peatones. Los conductores tienen que ir con mil ojos para no atropellarlos.
Aparte de eso, los coches tampoco van bien porque corren mucho, se saltan los semáforos en rojo, van a una velocidad excesiva, con lo que los peatones, que tampoco vamos bien, estamos en peligro de ser atropellados. Málaga es la ciudad sin ley.
Las autoridades hacen lo que pueden para que todos podamos convivir en una urbe masificada, como es nuestra ciudad.
El último peligro para la circulación rodada son los patinetes eléctricos, que lo mismo van por la calzada, por las aceras o por los carriles bici. Van a gran velocidad y no respetan nada.
En Málaga hay de todo para la circulación segura. Hay carriles bici, amplias aceras, pasos de cebra para peatones. Todo es cuestión de que cada uno vaya por su sitio y a la velocidad adecuada.
En caso de accidente, tiene las de perder el vehículo más pequeño y los peatones. Las bicicletas y patinetes deberían ir por los carriles bici y respetar a los peatones y a los coches y al revés. No se puede ir por la calle asustando viejecitas y jóvenes.
Las calles no están bien acondicionadas como debieran. No hay sitio donde aparcar los coches, motos y donde cargar y descargar mercancías y es que la ciudad está masificada y no hay sitio para todos. Máxime en época estival, que nos visitan muchos turistas y la conducción se hace casi imposible.
Los profesionales, que están todo el día en la calle, son los que se quejan de todos estos problemas, que describo con gusto, porque yo no soy conductor, pero lo he sido y entiendo que el tráfico va cada vez peor. Somos muchos y muy variopintos. Los jóvenes que no respetan nada, conductores, peatones, patinetes, bicicletas, motos y para que haya un entendimiento, tenemos que poner cada uno un poquito de su parte.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

lunes, 8 de abril de 2019

LA SOLEDAD DE LA CIUDAD


Parece mentira que donde vivimos tantas personas, se pueda sentir soledad. Pero no lo es, cada uno va a lo suyo y si le comentas algo en la frutería, por ejemplo, se enfada.
Este mundo no está hecho para mí. Dos personas que se ven a diario, en el mismo sitio y ni se saludan. Parece que estén ahorrando palabras para cuando venga su vecina, que esta si es buena.
Los amigos de siempre son buenos, pero esto no quita que se hable uno con las personas que coinciden en la carnicería. No sé como explicar lo soeces que son las personas. Con unos se pasan y con otros no llegan. No cuesta nada saludar a una persona.
En el campo se encuentran dos personas y se saludan, aunque no sean familia y entablan conversación de cualquier tema, cosa que en la ciudad no se hace.
Parece que siempre tengamos prisa, que nos va a faltar tiempo para hacer nuestros recados. Tenemos que echar más calma y no ir siempre como si fuéramos a apagar fuego.
No contamos nuestras cosas a los amigos por temor a que nos difamen. Nuestra conversación es: buenos días ¿cómo estás? Y hasta luego. No quiere decir esto que vayamos contando nuestros problemas a todo el mundo, pero un poco de conversación, sin llegar a cosas personales, es buena para todos.
La ciudad está muerta porque no hay calor humano en ella. Nosotros podemos hacer mucho porque reviva. Es una pena una comunidad tan grande y tan vacía de amor.
El calor humano sale del trato con las personas y en ciudad este “deporte” se practica muy poco.
Se reúnen las personas para eventos como pueden ser bodas, comuniones, bautizos, cumpleaños… y todos se hablan. Deberíamos buscar motivos para que nos comunicáramos más.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

sábado, 6 de abril de 2019

LOS OBSTINADOS


Debemos ser cuando creemos tener la razón en un asunto dado y a pesar de repetir la misma cosa una y otra vez, nadie nos hace ni puto caso, de nada para nada.
No obstante aquí estamos nosotros, que no nos rendimos ante nada ni ante nadie. Repetimos las cosas una y otra vez, cual si un loro parlanchín se tratase.
Erre que erre, aquí estamos para lo que haga falta, pero que no nos quiten la tierra de debajo de los pies, que están muy firmes y nadie va a cambiar sus pasos, porque son seguros y están firmes en su caminar por esta vida de lágrimas.
No hay persona que tenga toda la razón. En algo se ha de equivocar. Po eso cada uno, sin enfadarse, dirá sus puntos de vista sobre cualquier tema de conversación.
Solo el tiempo y la constancia dirán quien tiene la razón en cada asunto a tratar. Unos la tendrán en unas cosas. Otros las tendrán en otras. El caso es dialogar entre todos y exponer los puntos de vista de cada uno. Es normal equivocarse, por lo que con pedir perdón es suficiente para entrar en otro tema de conversación.
A la vez que obstinados, debemos ser buenos dialogadores, que exponen su punto de vista sobre cualquier tema, pero si no están seguros de su parecer, se echan atrás.
Más vale que una cosa quede en duda que nos obstinemos en algo que no tiene ni pies ni cabeza. Hay que estar bien seguros de que lo que decimos es cierto y que tenemos pruebas y otras personas que lo demuestren.
Si no se está seguro en algo, lo mejor es no opinar. De la verdad a la mentira hay un paso. Cuidado no seas tú o yo el que de ese paso en falso y caigamos en el hoyo de la falsedad y el desconocimiento de una causa.
El mentir es de cobardes. No lo sea yo o tú y pequemos de personas ingratas y de poco corazón.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

viernes, 5 de abril de 2019

TODOS VALEMOS


Desde el más bajito al más alto, el más feo o el más guapo, hombre o mujer, niño o joven, adulto o persona mayor, todos somos hermanos y por tanto, merecedores de una vida digna.
Hay gente que se creen que son mejor que otros, por su situación social desahogada, por estar orgullosos de su trabajo y familia o simplemente por desprecio a los demás, cosa que no debe hacerse nunca.
Todos valemos para algo, aunque seamos ancianos que necesitan de cuidados de otras personas, porque ya no pueden valerse solos. No podemos olvidar que son nuestros padres, que nos han criado y que llegará el día en que seamos nosotros los que necesitemos cuidados.
Mientras somos jóvenes, no nos damos cuenta de que el tiempo pasa para todos. Por eso vivamos felices, pero miremos al futuro, porque el pasado es historia, vivida, pero historia. Ahora miremos al presente y un poco al futuro, que será nuestro porvenir.
Todos somos importantes y sino que se lo pregunten a nuestras madres, que se desviven porque sus hijos (pequeños y mayores) estemos bien de salud y hermanados con toda la familia y amistades.
El niño juega, el joven estudia, el mayor trabaja y los abuelos los ven a todos y los aconsejan con su sabiduría, de las cosas de la vida, que aunque haya cambiado mucho, en esencia son iguales.
No debemos insultar a nadie, porque no nos agrade su presencia. Ese que hoy podemos maltratar, mañana nos puede hacer falta, porque la vida da muchas vueltas y no podemos caer en el error de faltar el respeto a ninguna persona, en especial a las mujeres.
Es indudable que las personas que están trabajando, están produciendo para hacer grande al país. Debemos respetarlos porque tienen que hacer tareas a veces penosas y porque el trabajo siempre será trabajo y que no le falte a todo el que pueda trabajar.
Seamos todos algo más que personas, seamos hermanos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

jueves, 4 de abril de 2019

LA LUNA Y EL MAR


Había una vez un marinero que trabajaba en un gran barco. Ejercía su trabajo en el interior, por lo que, cuando terminaba su tarea, le gustaba salir a cubierta a ver romper las olas contra el casco del barco. También le gustaba ver el horizonte, si se veía tierra o era todo agua.
En este último caso el mar parecía una esfera, no plano, sino que se iba perdiendo a la vista en la lejanía.
Observaba cada día el color de las aguas, que podían ser verde claro, azul cielo, celeste o de otros colores por la contaminación.
Una noche clara de invierno, nuestro protagonista salió a cubierta y había tanta luz que parecía de día. Era la luna que estaba llena y se reflejaba en las aguas del mar. Quedó maravillado por tal espectáculo que nunca había visto.
Aprovechó el marinero para pedir a la luna una novia guapa, para que cuando llegase a puerto tener una mujer esperándole, para llenar el vacío que tenía en su interior en el barco que trabajaban pocos hombres.
Tuvo a bien la luna en conceder el deseo del marinero y un día que desembarcó avistó una bella mujer que lo miraba fijamente. Sin preámbulo empezaron a hablar y el carácter de ambos coincidía, por lo que quedaron para verse el día siguiente.
El marino le contaba las historias del mar y la luna, que gustaban a la chica que se llamaba Isabel.
Pronto pensaron en casarse y llevar a la chica a ver las maravillas del mar y de la luna, que le gustaron mucho.
Poco después pensaron en comprarse un barco pequeño de pesca, para tener su propio negocio. Fernando e Isabel vivían felices en el mar bravo alumbrado por la luna llena.
Esta es la historia de un hombre y una mujer que unieron sus vidas para compartirlo todo.
Haz tú lo mismo, únete a una mujer y vive tu vida con ella.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.