miércoles, 9 de enero de 2019

UNA ABUELA MUY CHINCHOSA


Había una vez una persona mayor que le gustaba mucho controlar a sus hijos y nietos. No era mala, pero si muy pesada con sus consejos para sus descendientes y es que su gran experiencia en la vida, la hacía ver de una forma distinta las cosas.
Sus hijos tanto como sus nietos la querían mucho, pero no siempre estaban de acuerdo con su visión de la vida.
Sus hijos, al igual que sus nietos no siempre estaban de acuerdo con los consejos que aquella mujer les daba.
Lo que no quiere decir que la señora tuviera razón. Sus vivencias eran muchas y las cosas de la vida son, más o menos las mismas.
Tenía razón cuando les decía que no fumasen, que no bebieran alcohol, que se llevasen bien con la familia, que educasen bien a sus hijos, que no fueran intolerantes, que no fueran derrochadores, que tratasen bien a su pareja, que fuesen amables con la gente, que visitaran a la familia o a alguien que está enfermo y un sinfín de consejos que casi nunca seguían.
Ella siempre dió y da mucha libertad a sus hijos, confía en ellos y no es de estas que los quiere debajo de su falda, pero quiere que sean conscientes de la vida, que sean responsables y que miren por el dinero.
Ahora que está mayor y las fuerzas le faltan, le gusta que la ayuden, que estén por ella y no le den muchos sufrimientos. Bastantes lleva ya vividos en su larga existencia. En su niñez pasó falta de comida, de ropa y calzado y trabajaba mucho para comprarse unas alpalgatas, por ejemplo.
Debíamos de respetar más a nuestros mayores, que ellos han vivido muchas cosas, han trabajado mucho y pasado mucha falta y ahora tenemos de todo sobrado y no lo sabemos apreciar.
Debíamos de quererles más, darles nuestro cariño, que ellos han pasado falta por dárnoslo a nosotros.
Deberíamos ponerles en un pedestal, que a buen seguro, se lo tienen más que ganado.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

martes, 8 de enero de 2019

OTRO DOMINGO MÁS


Como de costumbre me levanté temprano y me preparé para ir a ver a mi amigo Pepe y comernos unos churritos. Hicimos una serie de recados y fuimos para su casa.
Llamamos a nuestro amigo Antonio, que hoy estaba animado. Estuve casi una hora hablando con él y luego habló Pepe, que estuvo poco rato, porque ya eran casi las doce y empezaba el futbol. Hemos pasado una mañana buena. Nos fumamos unos cigarritos y me vine.
Hoy había maratón de 42 Km. Y los autobuses no venían. Me encaminé, con la idea de cogerlo en el puente de Armiñan y allí tampoco. Me hice a la idea de hacer todo el camino andando.
Me paré en el chino del parque del sur a comprar una colonia para mi cuñado y me bebí una coca cola y seguí mi camino hacia casa. Eché 45 minutos, parada incluida.
Cuando llegué iba rendido y me acosté un rato. Me he levantado hace poco y he almorzado y luego me he venido para el jardín a escribir este artículo.
Ha hecho un día estupendo. Ya estamos pensando en el viernes que viene, que es el almuerzo de la Asociación. Allí seguro que van todos.
Por lo demás el Barcelona ha goleado al Español, el Madrid ha ganado 0-1 al Huesca. Pepe y yo estamos contentos y también Antonio, pues ayer ganó el Málaga.
Nos está haciendo un tiempo muy bueno. Quiera Dios que de aquí al viernes no se estropee y nos haga malo para el día de la comida.
Mañana empieza la cuenta atrás para lo que hacemos solo una vez al año: el almuerzo de Navidad. Yo confío en que todo saldrá bien.
Nos reunimos en el Antonio Torres, para celebrar la Navidad con una comida opípara en el bufete libre citado y pasarnos un día bueno, entre compañeros.
Estamos citadas 27 personas para echar un buen ratito.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

lunes, 7 de enero de 2019

CON LA VERDAD POR DELANTE


Se va a todas partes y doquiera eres bien recibido. No mientas nunca, es un atraso y un gesto de desprecio a los demás. La verdad es sana, buena para las personas y para su salud mental y moral.
La mentira no puede ser piadosa, es odiosa y mala consejera, para todas las personas, especialmente las de bien, que andan por todo el mundo y son la luz de este.
La verdad distingue a las personas buenas de las malas. El que dice la verdad, aunque le cueste, es buena gente y es querido por todos. Por sus amigos, vecinos, familiares y demás allegados.
Diciendo verdades se va a todas partes, mientras que si mientes, aunque sea por quedar bien, cuando te descubran quedarás mal y la gente te odiará. Mientras que si eres veraz todo el mundo te querrá, te apreciará y serás bien recibido por todos.
La mentira tiene las patas muy cortas, se suele decir y es verdad. Insisto, aunque cueste, hay que decir siempre la verdad. No hay nada más bonito en una persona, que será tratado como un señor por donde quiera que vaya.
Ayuda a quien lo necesite porque no hay nada más verdad que hacer el bien a los demás. Enaltece a la persona y la hace feliz. Se puede sentir orgullo de ser una persona de bien y para bien será destinado en este mundo de mentiras y malos modos.
Te puedes sentir orgulloso de ir con la verdad por delante, de ser un hombre o una mujer de bien. Con cariño te tratarán y te verás envuelto en un mundo de amor, que a toda gente gusta.
Mientras que si mientes serás ruin y mal visto por toda la gente que dirán: “mira el embustero ese” ”quien se habrá creído que es”.
Hay un paso de la verdad a la mentira, pero un paso de gigante, que enaltece o degrada a las personas y que las hace buenas o malas según el camino que coja cada una.
JOSÉ ANTONIO MÉDA.

sábado, 5 de enero de 2019

LA NIÑA FEA


Érase una vez una niña poco agraciada. Sus compañeros se mofaban de la que era más gentil que ellas. Tenía buen corazón. Creció y se hizo una mujercita y un apañado hombre se enamoró de ella, el cual la hizo dichosa, la quería mucho.
Tuvieron varios hijos que eran su felicidad, mientras que sus compañeras guapas, no se comían un rosco. La envidiaban a más no poder por la suerte que había tenido y estas seguían solteras porque nadie se fijaba en ellas.
Los hijos de la pareja crecieron con una dulce enseñanza que les prodigaban sus padres, que sabían lo que era la envidia, la codicia y el mal hacer de la gente de este mundo.
La que era la fea se convirtió en una reina, porque era feliz con su familia. Todos estaban unidos y daban ejemplo a los demás con su cariño y su forma de vivir.
La vida les sonrió y tenían bienes suficientes para vivir y no pedían más. Tan solo felicidad y estar siempre unidos como ahora. Juntos contribuían a cambiar el mundo.
Quiso Dios que todo le fuera bien y la fea se convirtió en princesa de un mundo que vive separado, cada uno con lo suyo, no queriendo saber nada de nadie. Ellos eran serviciales y amigos de todo el mundo, el cual les quería.
La belleza, está visto, no lo es todo en la vida. La belleza del alma es un don,es lo que cuenta, que no todo el mundo la tiene. Cada cual tenemos un don, que no debemos desaprovechar. Altos y bajitos, buenos o malos, feos y guapos, todos tenemos nuestra misión en este mundo.
A veces un desconocido nos hace un favor que no nos lo haría un miembro de nuestra propia familia.
Confórmate con lo que la vida te depare. Lucha por ser bueno para todos y sobre todo no seas envidioso.
Está visto que la belleza, a veces, está reñida con la suerte. Pide salud antes que dinero.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

viernes, 4 de enero de 2019

EL BIEN Y EL MAL


Del mundo somos los hombres y mujeres de este. Que nadie le eche la culpa a nadie, que somos todos. Cada cual con su tema hacemos que la vida sea indeseable.
No lo dudes, cada uno ponemos nuestro granito de arena para construir la pirámide que es el mundo. Nuestra envidia, nuestra avaricia y nuestra forma de ser, hacen que el mundo sea como es.
En nuestro trabajo u ocupaciones ponemos el vinagre y el azúcar del mundo. Tenemos la dicha de envenenar lo que es comestible, cada uno a su manera y nos quejamos de que sea como es, siendo nosotros los culpables de tanto odio.
No sé yo muy bien el porqué, pero la realidad está a la vista, esto no funciona. Tendríamos que cambiar mucho nuestra forma de ser para que el mundo fuera un poco mejor.
Somos incapaces de dar una limosna a alguien que la necesita para comer cuando nosotros estamos sobrados, sin embargo queremos más y más. Esto no tiene arreglo humano posible.
Algunos se creen que están predestinados, pero no es así, somos libres. Nosotros tenemos las armas para cambiar el planeta. Tú y yo podemos poner cada uno un poquito para cambiar de verdad.
No le echemos la culpa a los políticos, que ellos hacen lo que nosotros queremos, por algo les votamos.
La culpa es de la sociedad que es corrupta a más no poder.
Si tenemos cuatro, queremos veinte y si veinte cuatrocientos y así sucesivamente y esto no puede ser. Nos tenemos que apañar con lo que tenemos cada uno y no dar más la lata.
No cuesta trabajo ni dinero el ser gentil, amable, dadivoso y muchas cosas más que no cabrían en este papel.
Empieza tú y no mires a los demás. Cuando te vean hacer el bien, te copiarán y harán el doble que tú.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

jueves, 3 de enero de 2019

EL NIÑO DE LA CORBATA


Nació en el seno de una familia señorial y desde corta edad, sus padres, le obligaban a llevar corbata, por aquello de la posición social que ocupaban en la clase alta de la sociedad.
El niño era infeliz, porque no podía jugar con sus amiguitos, porque se ensuciaba y sus padres no querían. Vivía apartado de la sociedad por culpa de sus padres, que eran muy dominantes.
Sus compañeros le invitaban a jugar con ellos, pero él se negaba aludiendo a que “no le gustaba”, sabiendo aquellos que era por culpa de la dichosa corbatita. No tenía por tanto amigos, solo sus dominantes padres que no sabían lo que hacían y que eran culpables de la infelicidad de su hijo.
La vida les castigó haciéndoles fracasar en sus negocios, que se vinieron abajo y perdiendo la clase social que tenían antes. Ahora no tenían escusa para hacer llevar la corbata a su hijo, porque pasaron de señoritos a simples trabajadores, que dependían de su salario.
El niño dejó de llevar corbata y ya podía jugar con sus compañeros. Era feliz como la vida misma, tenía amigos y progresó en sus estudios.
Los profesores le querían, le ayudaban e hizo una buena carrera de juez y ahora era él el que decía lo que tenían que hacer los ricachones con sus hijos.
Era justo en sus deliberaciones y la gente lo quería. Se casó con una buena mujer y tuvieron cuatro hijos, dos niños y dos niñas a los que inculcaron una deliciosa educación y respeto hacia los demás.
Solo se ponía la corbata cuando se ponía la toga para enjuiciar a algún  presunto culpable de un delito. Tendía la mano a sus enjuiciados y no era duro en sus veredictos.
Sus hijos crecían felices en el seno de una familia medio-alta que le inculcaba el respeto y el buen hacer para los prójimos, que eran todas las gentes que se encontraban con ellos.
Ojalá que ningún niño se vea en la situación en que se vio este pequeño.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

miércoles, 2 de enero de 2019

ADIOS 2018-HOLA 2019


Hace apenas unas horas estábamos tomándonos las uvas que dan la bienvenida al año 2019. Año nuevo, vida nueva, suele decirse, pero la vida es la misma, tan solo que somos un año mayores.
Atrás quedó el 2018, que nos trajo cosas buenas y malas, esperando que el resien estrenado 2019 sea un poco mejor, sobre todo en el tema de trabajo y anímico, que se aminoren los males y que seamos un poco más felices.
Parece mentira como pasa el tiempo, los días se hacen largos, los meses también, pero los años pasan deprisa y cuando queremos acordar estamos de nuevo en Navidad.
Es bonito celebrar un año más de vivencias, de trabajo y de lucha por vivir un poco mejor. Es una utopía el pensar que los años pasados fueron mejores y que los tiempos son cada vez más difíciles. Son distintos, pero en esencia, muy parecidos. Realizamos nuestro trabajo lo mejor que sabemos y tratamos de ser un poco mejor como personas.
Unos vienen y otros van y los que se fueron ya no volverán. Vivimos nuestra vida tratando de ser un poco mejor para los nuestros y ser apreciados por todos, que nos lo merecemos.
El año pasado fue positivo, con sus ires y devenires, lo pasamos bien y esperamos que este sea un poco mejor. Nosotros, por lo menos, lo intentaremos, poniendo de nuestra parte todo el empeño habido y por haber para que cuando lleguen de nuevo estas fechas, nos podamos sentir satisfechos de la tarea realizada.
Cada año que pasa no somos un año más viejos, somos un año más sabios y experimentados y la gracia será más visible en nuestros cuerpos y nuestra alma, que crece al son nuestro.
No te preocupes por envejecer, que eso es un don de la persona, que se torna en más madura. Los años son soles que se manifiestan en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, de forma que cada vez somos un poco más perfectos, para alegría nuestra.
Deja correr el tiempo que este nos traerá buenas nuevas.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.