O con otra palabra más vulgar, chapucero. Como quiera
llamársele, hace falta en cada hogar una persona que arregle los pequeños
desperfectos.
Como aquel que dice,
aprendiz de todo, maestro de nada, pero ahorra muchos euros una persona así en
una casa. Yo lo mismo hago la compra, que ayudo en casa, me lavo una camisa que
no puede esperar, cambio una cerradura, arreglo una luz o un enchufe rotos,
hago pequeños trabajos de construcción, de madera, cuelgo a una cortina, corto
el pelo a mi padre, hago los papeleos de la casa, cambio un grifo roto, le
cambio la pila al calentador o a lo que haga falta, pongo tornillos allí donde
hace falta (por ejemplo en las sillas de madera)….
Son tonterías, pero si alguien no las hace, se quedan sin
hacer y según se van rompiendo (cualesquiera que sea su caso) hasta que llega
el punto que hay que tirar lo que sea y comprar uno nuevo o bien llamar a un
profesional, que por cierto cobran caro.
Para todo esto tiene que gustarle a uno lo que hace y hacerlo
de buena gana. Es imprescindible tener herramientas y querer aprender cosas
nuevas. Hay personas que dicen no saber hacerlas, pero hay que ponerse y si no
se sabe, se le pregunta a los profesionales que te venden la cerradura, por
ejemplo. Ellos te dirán como debes hacerlo.
Si no tengo herramientas para lo que sea, las pido a los
amigos o a los vecinos, que gustan ver como haces cosas.
Estas personas somos llamadas “manitas” y a veces, sin
cobrar, hacemos pequeños trabajos a los amigos o vecinos, que quedan muy
agradecidos.
Hay personas que son
maestros en su especialidad, pero rara vez se ponen a hacer estas pequeñas
cosas, porque tienen que cobrar mucho por una cosa, prácticamente insignificante.
Para todas estas cosas es cuestión de ponerse manos a la
obra.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA
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