Es lo que debe reinar en el mundo, ya que bastantes cosas
malas tiéne, como para pensar en lo malo que nos puede sobrevenir. Una sociedad
moderna, como la que vivimos, tiende a ser pesimista y estresante. Nosotr@s no
nos debemos amedrentar por las ideas malas que, en un momento dado, pueden
pasarse por nuestras cabezas.
Esos momentos buenos, pequeños, son los que debemos apreciar
y dejarnos de tonterías, que a ningún sitio llevan: ese ratito con los amigos,
tomando algo, esas charlas edificantes, en cualquier momento (con la familia
viendo la tele, con los compañeros de trabajo o estudio, con nuestros hijos,
que son la mar de listos y graciosos, en una charla imprevista) ese comentario de alguien, que sin saber porque
nos hace reír a carcajadas, esa visita imprevista, ese regalo sorpresa, ese
beso o cariñito que nos hace nuestra pareja, esa carantoña que nos hace
cualquiera, esa palabra amable, esa llamada de teléfono inesperada.
Estos momentos descritos no son muy frecuentes, pero su
recuerdo llena un espacio grande en la vida. Porque en cualquier momento nos
acordamos de ellos y nos podemos ver sonriendo solos. No es de tontos, es de
optimistas. Al menos a mi me ha pasado.
¿A ti no?.
Yo tengo que reconocer que no soy de los más optimistas, sin
embargo lucho por serlo que, pienso, es lo importante. Otr@s se ríen de la vida
y yo los aprecio un montón. Además, me dan ánimos a mí.
A veces nos levantamos sin buenos pensamientos, pero cuando
nos aseamos, damos los buenos días a los que viven en nuestro hogar y nos
encaminamos a nuestro trabajo o tarea, vamos derrochando adrenalina, con las
personas que nos encontramos y es que de lo que se trata es de comenzar algo,
en cualquier momento, que lo demás viene enseguida.
Nos sentimos dichosos, sin saber porqué y es que nuestra
existencia tiene esos buenos momentos, sin duda. Si tú y yo somos así: ALELUYA.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA .
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