El primer ídolo fue el becerro de oro, que junto a los
lugares altos, adoraba el pueblo de Israel. Por esta fecha todas las personas
del mundo hablaban el mismo idioma. Fue cuando Dios se cansó de que
desobedecieran los mandamientos que un hombre, dirigente de la Iglesia que
Jesús fundaría siglos más tarde, que era profeta de Dios; se cansó, digo, y
promulgó la dispersión de Banilonia, que no es otra cosa que los hombres ya no
hablaban el mismo idioma y se separaron en 12 tribus (doce que serían los
Apóstoles que Jesús de Nazaret elegiría bastantes años después). Los doce
representaban las doce tribus o pueblos.
Esta dispersión sobrevino como consecuencia de que Dios se
hartó de que su pueblo, Israel, adorase los lugares altos, en especial la torre
de Babel. Estos señor@s adoraban los lugares altos, como montañas, árboles
gigantescos y los citados torre de Babel y becerro de oro.
Vamos a dar un salto en el tiempo: siglo XXI. Ahora hay otros
ídolos que son los llamados “santos”, esculpidos en piedra, madera o mármol,
cristos y vírgenes, que no sirven para nada. Son un trozo de piedra madera o mármol
que, como digo, no sirven para nada. Bueno, la madera podía alimentar una
fogata. Vamos que tan solo sirve para hacer fuego y quemarla y la piedra y el mármol
para hacer estatuas y en la construcción.
Otros ídolos actuales son los cantantes, actores, actrices,
los grandes campeones de los distintos deportes, escritores y artistas de toda
índole.
También las mujeres bellas y los hombres apuestos. (Todo esto
por aquello del pecado del sexo).
La gente los adoramos como si de dioses se tratasen y son
personas, respetables, pero personas como tú y yo. Ya va siendo hora de que nos
dejemos de tonterías y adoremos solo a Dios. Si alguien sabe de estos
menesteres es su enviado, que nadie sabe ciertamente quién es. Pensarlo bien en
vuestros corazones.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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