Es mi amigo desde hace muchos años. Nos conocimos en el
psiquiátrico y allí empezó nuestra amistad. Después él estaba en el antiguo
Piyayo y yo vivo con mis padres.
Más tarde a él lo trasladaron a una casa hogar. Todos los
domingos nos veíamos y nos tomábamos algo, mientras charlábamos. Vivía con dos
compañeros, Álvaro y José. Yo iba a su casa, donde me acogían con cariño. Luego
bajábamos al bar y nos tomábamos un zumo de naranja. Una semana pagaba él y
otra yo. Nos fumábamos unos cigarritos y nos despedíamos hasta el domingo
siguiente.
Juan es muy bueno por las buenas, pero si se irrita tiene
malas pulgas. Yo pocas veces he discutido con él, porque es un pedazo de pan.
Por los debatares de la vida, dejamos de vernos y me fui los domingos con mi
amigo Pepe.
Ahora Juan se ha jubilado, ha cumplido los sesenta años y se
ha ido a una residencia, en Marbella, más cerca de su madre. Su padre,
tristemente, murió hace un año o así.
Desde allí me llama casi todos los días y me cuenta que
aquello es aburrido, que está en una
urbanización donde no hay tiendas ni bares apenas. Allí no tiene nada
que hacer, tan solo cuidarse a sí mismo.
Él tiene la esperanza de que su mamá lo acoja pronto y se
vaya a vivir con ella.
Su madre es extranjera, Suiza concretamente. Juan me ha
prometido que, cuando venga a Málaga, nos citaremos y pasaremos un buen rato
juntos. Ardo en deseos de que llegue ese día, pues hace meses que no nos vemos.
La palabra AMISTAD es muy grande. Surge cuando dos o más
personas se juntan para hacer cosas en común y Juan y yo tenemos muchas cosas
que hacer y que contar.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario