Cuando las cosas nos van muy bien, es señal de que tenemos
mucha Fe: en lo que hacemos, decimos, pensamos, planeamos y decidimos que son
que son buenas para nosotros y para los nuestros.
Si los planes nos salen mal, es señal de que tenemos poco de
esa cualidad. ¿Qué hacer? Pues muy sencillo: lo que hacían los Apóstoles cuando
no podían luchar contra el mal del mundo, que es pedirle a Jesús o directamente
al Señor Dios, que nos aumente la Fe.
Si no pedimos es señal de que nos las arreglamos por nosotros
mismos, que no necesitamos de la
Divinidad, sea cual sea. Yo pongo el ejemplo de la Iglesia de Jesús, porque es
la mía, pero cada uno cree en su Dios y en su manera de entender la Vida, la
cual es del color que nosotros mismos queramos ponerle.
La Vida, no hay que decirlo, es difícil de llevar, tiene
muchos problemas. Pero estos son menos si nos los tomamos con una filosofía
limpia. Si no dudamos a la hora de hacer cualquier actividad, o cuando
mantenemos una conversación, más seria que en broma, con las personas de
nuestro trabajo, familia, amistades…
El respeto a la verdad es señal de Fe, de Vida y debemos
tenerla siempre en cuenta y no tomárnosla a cachondeo. Esto no quiere decir que
no estemos alegres y vivamos lo más dichosamente posible. Todo esto sin dejar a
un lado las citadas cosas serias de aquel que decía: “Yo soy el Camino, la Verdad
y la Vida. Nadie viene al Padre, si no es por mí”.
Vosotros pensaréis que ya os estoy metiendo otro royo
religioso, pero es que Vida y Divinidad, van juntos. Toda persona, si lo
piensa, es afín a algún Dios, salvo los agnósticos y ateos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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