Echamos la culpa de los males del mundo, muchas veces, a
Dios, diciendo: “Si hubiera Dios, no habría tanto mal en el mundo (guerras,
enfermedades, dolores en general…) Pero acaso: ¿Conocemos nosotros la voluntad
de Dios, lo que quiere para el mundo y lo que sufre Él viendo que las cosas van
bastante mal? Yo digo rotundamente que no.
Si estamos castigados con uno u otro mal, es por nuestro
propio bien, para que no se pierda nuestra pequeñita, pero preciosa alma y vaya
al Cielo el día del Juicio Final y no se pierda para el infierno.
En los países del primer mundo podemos llorar con un solo
ojo, porque tenemos los bienes materiales para llevar una vida bastante digna.
Otra cosa es que exista el dolor, las enfermedades y el mal en general.
Los países pobres sufren, además de los dolores citados, los
males del hambre y la escases de recursos como comida, medicamentos, médicos,
agua potable, ropa y casa donde vivir. Estos son los pequeñines del Señor y a
los que más ama, no porque a los demás no nos ame, sino porque sufren más en
esta vida.
Dios nos ama a todos, como hijos suyos que somos, tan solo
que ama más a los más necesitados material y moralmente.
He aquí otra pregunta mía: ¿Amamos nosotros a la Divinidad,
sea cual sea nuestra religión? Yo digo que no, porque incumplimos sus mandatos
más importantes (Los mandamientos). Esto lo digo en general. Habrá quien los
cumpla, pero el que más, el que menos tenemos uno manchita negra en su corazón.
El que se dé por
aludido y crea que él no la tiene, que haga oración y ayuno, como nuestro Padre
pide a los discípulos de Jesús y que pueda ver la verdad y no decir: Señor,
Señor” “Ay por Dios” u otras expresiones similares.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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