LA MUÑECA DE TRAPO
07-01-2022
Estaba en un escaparate, lucía bellos colores de tela,
distintos en todos los miembros. Se veía nueva y bonita y una niña se la pidió
para los reyes, los que se la trajeron el día cinco de enero por la noche. Era
más grande que la niña, que tenía seis añitos. Como digo, era mayor en dimensiones
que la niña, que la quería mucho, jugaba con ella, haciéndole adoptar diferentes
posturas y se la llevaba con ella a la cama.
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Las amiguitas de la niña la envidiaban, porque tenía una
muñeca muy bonita, de colores, apta para cualquier niña y que se podía jugar
con ella mejor que con un peluche, porque no es tan flexible como nuestra
protagonista, que parecía tener vida por su alegre colorido. No había niña en
el barrio que tuviera una muñeca tan hermosa. No era de categoría, ni cara,
pero su dueña se sentía feliz con ella.
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Al cabo de unos años, la muñeca se fue poniendo fea, descolorida
y rota por algún sitio. Entre tanto salieron los juegos electrónicos y los
móviles, que atraían a aquella que ya era una jovencita la cual la abandonó en
un desván, donde le cantaban: “muñequita le dijo el ratón, ya no llores más
tontita, no tienes razón. Tus amigos no son los del mundo, porque te olvidaron
en este rincón. Nosotros no somos así: te quiere la escoba y el recogedor, te
quiere el plumero y el sacudidor, te quieren la araña y el viejo mastín,
también yo te quiero y te quiero feliz, también yo te quiero y te quiero feliz.”
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Una historia que empezaba con un encuentro entre un juguete
precioso y una niña buena, se ha convertido en un relato triste y melancólico.
Por cosas del destino, hasta los juguetes pasan de moda. No es justo que si,
por ejemplo, queremos mucho a un infante, porque es guapo gracioso cariñoso y
cuando crece, pierde aquellas virtudes y ya no nos entra por el ojo, no es lo
suyo. Todo evoluciona, cambia, se pone distinto con el paso de los años, pero
hay que adaptarse y lo que se ha querido tanto, ahora lo desechamos, como le
ocurrió a nuestra protagonista.
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La ahora pobre muñeca fue adoptada por una niña con pocos
recursos, que no le importaba que estuviese vieja y descolorida. Jugaba con
ella alegremente en su humilde casa. La acogió con tanto cariño como su antigua
dueña. Cosió sus roturas , la lavó, porque quieras que no tenía polvo y ya, no
es que fuera nueva, pero tenía buena presencia. La muñequita volvió a tener “vida.”
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Este mundo es así, lo que uno desecha, otro lo recoge con
alegría. Deberíamos hacer como esta segunda niña y conformarnos con cosas
usadas, también sirven y no valen o valen poco dinero y para simplemente jugar ,
por ejemplo, no debemos ser tan exigentes. Todo se pone viejo hasta las
personas y si alguien no nos quiere porque somos viejecitos, es que su cariño
no es bueno.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ.
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