EL HOMBRE SIN PRISA
31-12-2021
Había una vez un hombre que decía la gente que nunca tenía
prisa. Esto era cierto a medias, porque cuando la tenía, corría como un
guepardo. Normalmente iba tranquilo, porque su alma era paciente y no se
inmutaba por nada. Caminaba pausadamente, ya que ciertamente, rara vez tenía prisa. Vivía a su
manera, era feliz, no se metía con nadie. Pensaba que el tiempo pasaba igual
corriendo que siendo tranquilo.
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Era un monstruo, pero no de feo, si no de saber enfrentarse a
la vida y esos que le decían tranquilo, no era por insultarle, en el fondo lo
apreciaban, lo querían por su carácter, por su forma de entender la vida.
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Era un tanto serio, pero cuando había que echar un rato de
cachondeo, era el primero en apuntarse. No hablaba mucho normalmente, pero
cuando le daban pie, soltaba la lengua y era un placer escucharlo, porque no
tenía tabúes. Era realista y entendía las
cosas un poco distintas a la mayoría de la gente.
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A pesar de todo le llamaban el correcaminos (por aquella
cualidad que tenía), porque andaba por toda la ciudad. Lo mismo lo podías ver
en una punta, que en otra de ella. Su lema era vive y deja vivir.
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Era elocuente y por tanto, la gente comprendía lo que quería
decir y lo estimaban. Otra cualidad que
tenía es que era cariñoso, daba amor a diestro y siniestro.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ.
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