No todo el mundo lo tiene, y el que lo lleva consigo, puede
considerarse afortunado. No hace falta tener estudios ni ser rico, solo hace
falta tener gracia en sus adentros.
Yo conozco a un hombre que trabajaba mucho, repartiendo gas
butano. Bueno, pues resulta que el marido de una de sus clientas, era un
directivo de la empresa malagueña de limpieza.
Charlando con ella y con gracia, consiguió que su marido le
hiciese un hueco en la citada empresa, cuando él estaba trabajando duro y sin
Seguridad Social. A eso le llamo yo tener don de gentes.
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La tiene el que habla de una forma sencilla, muchas veces con
palabras incultas, con toda la gente: vecinos, en el autobús, por la calle va
derrochando alegría. Todo el mundo lo quiere.
Pongo este caso de una persona pobre, pero un estudioso
también puede tener este don. Yo conozco a un abogado, que tiene gracia el tío
y gana sus pleitos con sencillez.
El que tiene ese don, poco más le hace falta en la vida, pues
sabe ganársela con arte y sabiduría. Vamos, que apenas si le hace falta
estudiar, en un mundo donde eso, lo es casi todo.
La gracia no se hereda de padres a hijos. Simplemente la
tiene una persona dada, que es elocuente, convincente, en su forma de escribir
y hablar y que sabe cómo apañárselas para conseguir lo que quiere en la vida.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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