Es la enfermedad, en esencia, por la que el paciente siente
miedo a los sitios cerrados: ascensores, aviones, habitaciones pequeñas y todos
los sitios donde se puede sentir encerrado, que cuando le afecta la enfermedad,
no pude salir de donde está.
Hay casos simples y otros más agudos. En los simples, el
paciente, puede controlarse y no perder los nervios, pero en los agudos, no se
puede sentir encerrad@, tiene que tener una escapatoria.
Para hacerse una resonancia magnética, por ejemplo, lo pasan
mal. Hay que convencerles de que por estar metido en un tubo, no le va a pasar
nada física ni mentalmente.
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Es una enfermedad sicológica, pero pocos enfermos acuden al
profesional, para que este, con sus conocimientos pueda ayudarle, a llevar una
vida normal y perder sus miedos.
Sienten un pesar por dentro, una angustia, que muchas veces
no pueden controlar y, en cierta manera, se apartan de la sociedad y reusan
meterse en ascensores y sitios donde no se sientan libres, de quitarse de allí
cuando lo deseen.
Lo contrario de esta enfermedad, es la agorafobia, que es lo
opuesto, o sea que les gusta estar encerrados y no soportan los sitios
abiertos, el salir a la calle y encontrarse con la gente.
Ni una, ni la otra, son dignas de lástima, sino de
comprensión y de ayudarles a superar sus miedos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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