Es lo que escucho cuando voy por la calle, a pie o en
autobús, se oye el estruendo de coches y motos, que arrancan a toda velocidad
de los semáforos, como si el mundo se fuese a acabar hoy.
Sobre todo los más jóvenes gustan de hacer rugir los motores
de sus “cacharros”, cuanto más mejor. Quizá es que eso les estimula, o tal vez
es que yo me estoy haciendo viejo.
Los únicos que no hacen ruido son los patinetes eléctricos,
pero es peor aún, porque van esquivando a los peatones por las aceras, a toda
velocidad. Los conductores de estos vehículos tienen mucho equilibrio y
reflejos, pero quizá no se den cuenta de que no todos somos como ellos.
El problema radica en que, tanto el conductor como el peatón
no se den cuenta, por la pequeñez del vehículo y su falta de ruido, y pueda
haber un accidente, cosa desagradable para todos.
Están las motos en los semáforos los primeros, haciendo
sonar, acelerando y desacelerando, esperando que aquellos se pongan verdes (eso
si no se lo saltan, que algunos y sobre todo los patinetes lo hacen), para
salir volando.
Esta última es la conducción deportiva (prohibida en vías
públicas y que se puede practicar en circuitos cerrados).
A pesar de todo hay que perdonarles, porque: ¿qué peatón,
incluyéndome a mí, no se ha saltado un semáforo en rojo o pasado en el último
momento?
Pongamos, cada uno, un poco de nuestra parte para vivir mejor
y más seguros.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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