Perduran en el corazón de los que quedamos en este mundo. Me
vengo a referir al fallecimiento, el pasado 10 de Diciembre de nuestro querido
amigo Pepe García Roldán.
De repente, un día fui a su casa, como todos los domingos. La
noche anterior lo llamé por teléfono y no me contestó ni al fijo ni al móvil. A
pesar de ello yo fui, como de costumbre, pensando que no lo habría oído, aunque
él no es de esos que no contestan al teléfono. Muy a pesar de mis pesares, me
presenté en mi casa, pero nadie me abrió.
Dejé pasar los días y seguía sin contestarme. Yo me pensaba
que como él decía: “Si algún día me pierdo es que me ha tocado la lotería”. Pregunté
a los vecinos, en donde compramos los churros, a la panadera donde él solía
comprar el pan.
Nadie me daba norte de él. Fui al hospital y no me querían
decir nada por la vigente Ley en España de Protección de Datos. Fuí a la
comisaría a denunciar su desaparición, pero me dijeron que sin ser familiar ni
tener su número de Carnet de Identidad, no podían buscarlo. Llamé a nuestro
amigo Antonio Ruiz, que tampoco sabía nada.
Porfié en el hospital, hasta que una Trabajadora Social se
interesó por el tema: me pidió su nombre y el mío y mi número de móvil,
prometiendo llamarme si sabía algo. Yo iba camino de la Asociación y cuando
llevaba allí un rato, sonó el teléfono para decirme que mi amigo había muerto
el día 10 de Diciembre, sin darme más explicaciones.
Descanse en paz nuestro gran y querido amigo Pepe.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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