Comienza allá por el año 1964, en un frío enero de un frío
pueblo de Málaga (Colmenar), donde mi querida madre fue llevada a la comadrona
para que diese a luz su segundo hijo: yo.
Mi familia vivía en el campo, jurisdicción de Riogordo y a mi
padre le tocó el llevarme en brazos hasta nuestro hogar, distante de Colmenar 4
o 5 Km. Cuenta mi querido padre que hacía mucho frío y yo pesaba mucho.
Viví mis primeros años en esa casa de campo, donde mi madre
me fué criando con paciencia y orgullo, siendo yo un niño tranquilo que corría
mucho y hablaba también mucho. Me ponía en mi mecedora y yo mismo me mecía y
quedaba dormido. Por entonces no había medios, como pañales (sino gasas), ni
cuna y yo dormía en una cama del único dormitorio que tenía la casa.
Fuí creciendo e iba a una escuela rural, donde era buen
alumno, pero mis compañeros se burlaban de mi, por mi carácter sencillo y
desenfadado y porque los demás niños se creían más machotes que el que
suscribe, que lo soy como el que más.
En agosto de 1973, cuando yo contaba 9 años, mi padre decidió
que nos veníamos a vivir a la ciudad, ya que él trabajaba aquí. Seguí mis
estudios hasta primero de bachiller, cuando conocí a la que fue mi mujer y
madre de nuestro hijo único, que ya cuenta 26 años.
He trabajado vendiendo dulces, de camarero, en la
construcción, pero mi vocación ha sido y es conducir vehículos. He trabajado de
camionero y de agente único en los autobuses urbanos de esta ciudad. De todo me
siento orgulloso.
Cuando llevaba dos años y medio en este último trabajo, caí
malo, por el estrés, basado en los sentimientos morales que no podía poner en
práctica con mis viajeros. El resto ya lo conocéis.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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