Dicen encontrarse algunas personas mayores. A pesar de sus
años salen a la calle, dan su paseíto, hacen la compra, se toman un café y
cuando les llega la hora, se van para casa con una sonrisa en los labios. Casi
da envidia verlos tan rozagantes (dispuestos).
Yo conozco a una mujer con más de noventa años, que sale
todas las mañanas temprano a charlar con sus amigas, a ver a su hija y a
desayunar tranquilamente en un bar, donde se está toda la mañana. Dato curioso
de esta señora es que no le falta ni un diente.
También conozco a un señor, con 92 años, que está más
dispuesto que yo con 53. Es una alegría verles tan bien, a pesar de su edad. No
son estos dos los únicos, hay bastantes, que aunque tengan que usar garrote, dan
largos paseos; más largos que yo incluso. Es curioso.
Hay otros, por desgracia, que les cuesta dar un pequeño
paseo. Sin embargo, lo dan y luchan cada día por su vida, que es una flor de
sabiduría y bonanza. Yo lo sé porque hablo con ellos. Muchos se sienten solos y
cuando se les habla, lo agradecen y alguno, si le parece, te cuenta su
apasionante vida, que no termina aquí, porque se sienten jóvenes y con ganas de
vivir.
Ejemplo deberían ser para nosotros, con menos años y que nos
duele todo. Ellos han comido poco, pero sano. Sin embargo nosotros no comemos
nada más que porquerías, como conservas, bocadillos, hamburguesas, patatas
fritas y similares, bebidas enlatadas, comida precocinada, comida enlatada (que
por cierto está malísima).
Ojalá que duren todos muchos años, ya que es una verdadera
pena perderles. Su experiencia no guía por el buen camino, nos alienta cuando
estamos tristes, nos hace ver la vida con otros ojos.
Algunos se montan en los autobuses y dan grandes paseos (los
que no pueden andar mucho), hablando con los conductores de estos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario