jueves, 18 de mayo de 2017

EL DON DE LA PALABRA

Maravilloso es el mejor adjetivo que define dicho don. Pero, a veces, deberíamos usarlo más comedidamente, por la simple razón de que hay palabras que hieren y no se deben decir, el engaño, la mentira, el insulto, el menosprecio que hay a las personas que hay en nuestro entorno y que son o deben ser nuestro mayor tesoro en esta tierra, que se nos ha regalado para vivir. Hay personas que no lo tienen, por desgracia, y darían algo por poder hablar que son los sordos y los mudos.
Es tan normal este don, que pasa desapercibido, para nosotros, seres racionales. También tienen uso de razón muchos, o quizá todos los animales y, sin embargo, no saben hablar. Son los más queridos por nosotros esos bichitos, que son los domésticos y que nos hacen compañía o les tenemos un gran apego. Se dice de ellos que solo les falta la cualidad de la palabra. Por algo será.
Debemos usar este don con elocuencia y usarlo como un regalo de la divinidad, para uso y disfrute de nosotros para los nuestros.
En este mundo en el que existimos damos mucha importancia, yo el primero, a las cosas materiales, sobre todo al dinero, que nos da poder vanal frente a los poderes del alma. Concupiscensia es la palabra que define dicho deseo de tener dinero y las prácticas sexuales, poco morales estas últimas y poco aconsejable el primero.
Qué bonita una conversación veraz, plagada de elogios hacia nuestro oponente/es, sin interés alguno. Llena de palabras bonitas que no se ven con los ojos de la cara, sino del corazón. Corazoncito que todos llevamos dentro y que pocas veces a relucir y engrandecer nuestra cualidad de humanos, mujeres y hombres dueños del mundo terrenal, pero que hacemos poco o nada por ganarnos otro mundo que empieza aquí en la tierra, donde moramos provisionalmente, hasta que el que nos dió el don de la palabra, nos recoja en su seno.

JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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