Es la ilusión de mi vida. No es tan fácil como pueda parecer.
Lo primero es saber llevar las cosas mías y luego lo demás. Si no soy capaz de
salvarme yo: ¿Cómo voy a salvar a otro?
Yo lucho cada día por hacer lo necesario para que esto
ocurra, pero el miedo me vence y avanzo lentamente, con lo que mis proyectos
van eso, lentamente, pero sin pararme a descansar. Mi lucha es diaria, por
donde quiera que voy.
No creáis, por esto que digo, que yo soy un hombre especial.
Soy de lo más normalito que existe, tirando para abajo. Ustedes diréis, y con
razón, que soy un beato. No me considero yo de esa especie, ya que no voy a
misa, hago poca Oración y rara vez cito a la Providencia, ya que no me parece
lícito el hacerlo, no lo merezco.
El proyecto de Jesús es salvar a todas las almas buenas, que
son muchas y muy variopintas. Para ello se vale de nosotros. Si una persona se
salva y salva a otra, esta última puede salvar a una tercera y así hasta llegar
al más recóndito lugar de la tierra.
El deseo mayor de una persona es ser libre. Esto implica
muchas cosas. No basta ser bueno con los que son buenos con nosotros, sino
también con los que son regulares.
¿Cómo hacer esto? Pues con pequeñas cosas como dar una
limosnita, perdonar las cosas que tienen poca importancia, saludar a ese
personaje, que está deseando que lo hagas, no siendo rencoroso, no siendo
envidioso, evitando las disputas, respetar a los demás…
No vale reírse del mal de los demás, ni alegrarse de que
tengan problemas, ni de que estén enfermas, ni de su fealdad física, ni de nada
que pueda causarle un trauma.
Vive y deja vivir.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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