viernes, 15 de diciembre de 2017

SALVAR UN ALMA

Es la ilusión de mi vida. No es tan fácil como pueda parecer. Lo primero es saber llevar las cosas mías y luego lo demás. Si no soy capaz de salvarme yo: ¿Cómo voy a salvar a otro?
Yo lucho cada día por hacer lo necesario para que esto ocurra, pero el miedo me vence y avanzo lentamente, con lo que mis proyectos van eso, lentamente, pero sin pararme a descansar. Mi lucha es diaria, por donde quiera que voy.
No creáis, por esto que digo, que yo soy un hombre especial. Soy de lo más normalito que existe, tirando para abajo. Ustedes diréis, y con razón, que soy un beato. No me considero yo de esa especie, ya que no voy a misa, hago poca Oración y rara vez cito a la Providencia, ya que no me parece lícito el hacerlo, no lo merezco.
El proyecto de Jesús es salvar a todas las almas buenas, que son muchas y muy variopintas. Para ello se vale de nosotros. Si una persona se salva y salva a otra, esta última puede salvar a una tercera y así hasta llegar al más recóndito lugar de la tierra.
El deseo mayor de una persona es ser libre. Esto implica muchas cosas. No basta ser bueno con los que son buenos con nosotros, sino también con los que son regulares.
¿Cómo hacer esto? Pues con pequeñas cosas como dar una limosnita, perdonar las cosas que tienen poca importancia, saludar a ese personaje, que está deseando que lo hagas, no siendo rencoroso, no siendo envidioso, evitando las disputas, respetar a los demás…
No vale reírse del mal de los demás, ni alegrarse de que tengan problemas, ni de que estén enfermas, ni de su fealdad física, ni de nada que pueda causarle un trauma.
Vive y deja vivir.

JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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