Tod@s hemos tenido una y uno. Muchas personas quieren más a
su madre y dicen que como una madre no hay nada. Yo, sin embargo, los quiero a
los dos por igual. Una tiene una forma de ser y de quererme, el otro me llena
de otra manera.
Las madres son más sufridas y están más por el bien de sus
hijos. Los padres quieren de otra forma aconsejándonos, pero de otra forma que
las madres. Muchas veces perdonan en silencio y dan su sabiduría a sus hijos,
sin darse mucho a ver.
Las madres están más por lo físico: porque comas bien, porque
te asees, porque no bebas alcohol ni fumes. En definitiva por que te cuides y
vayas presentable.
Los padres, a pesar de que son más liberales, quieren con el
corazón y saben que los hijos del matrimonio son el mejor regalo que les ha
dado esta vida. Son más celosos y menos trabajadores en casa, que las madres,
que no ven bien esta actitud de su marido.
Las madres suelen regañar más que los padres a los hijos,
pero es porque le duelen los males que les pueden ocurrir a estos. Están
siempre pendientes a sus retoños, de forma tal, que puede llegar a molestar.
Ojo, que yo no le reprocho nada a mi madre. Es la mejor del mundo y yo la
quiero mucho.
Los padres sufren en silencio el destino de sus hijos y los
orientan hacia lo que puede ser mejor para ellos.
Muchas veces no hacemos caso de los dos y hemos llegado a
odiarles, sin razón. Quizá porque nos han reprochado algo que hemos hecho.
Muchas veces sin razón por nuestra parte, pero el mundo es así de injusto.
Seamos como seamos, no debemos retirarle nunca el cariño a
nuestros padres, que ellos no dejarán de querernos a nosotros.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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