LA BURRA DE MI PADRE
22-12-2021
Yo nací en un pueblecito de Málaga llamado Colmenar, donde
hace mucho frío por cierto. Quizá por eso soy friolero. Viví mis nueve primeros
años en el campo, jurisdicción de Riogordo. Pues bien, a lo que íbamos: mi
padre tenía una burra pequeñita, que era el medio de transporte que teníamos.
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Para ir a la fuente a por agua, para ir al pueblo de compras,
para ir a cuidar una finquita que tiene mi padre a cuatro kilómetros de casa y
para lo que aconteciera. Como era pequeña a mí me daba lástima de verla cargada
con la bombona de gas butano, la compra y mi madre, mi hermano mayor y yo
subidos en ella. Me llamaban la atención los tobillos del asno, que eran muy
pequeños y pensaba que se podían romper con tanto peso.
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No era vieja. Cuando nos vinimos a la capital, mi padre no
tuvo más remedio que venderla. No se me
olvidará en la vida el servicio que nos hacía. Recuerdo que cuando tenía
que cruzar un río crecido o un barrizal, se sentía reacia a hacerlo y mi padre
le pegaba y yo sufría viéndola hacer algo que no quería.
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Ustedes diréis que me busco unos temas muy extravagantes y de
poco interés social, pero yo me entretengo contando cosas de mi vida, cosas que
me llaman la atención y este es uno de ellos. Si lees estas palabras te darás
cuenta de mi amor por los animales, que tienen sentimientos como las personas y
nunca se deben maltratar.
Más buena que era no podía ser. Recuerdo que un día iba montado
en ella y al cruzar un río inclinó la cabeza para beber y caí al agua por
encima de las orejas del animal. Por suerte no sufrí ningún daño, tan solo me
mojé la ropa. Por supuesto no le pegué, la dejé que terminara de beber, me
monté en ella y me fui para casa.
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La verdad es que no era un animal muy especial, pero para mí
lo era y mi padre también la quería.
Digo que no es muy especial porque no sirve para arar el campo, ni para trillar
gabillas de trigo en la era de piedra para sacar el grano. Si vale para
cargarla con sacos, pero no mucho peso. En el campo hace el apaño, pero para
cosas muy pesadas no vale como un mulo, por ejemplo, que es más grande en
tamaño, pero iguales en bondad. Es de saber que los animales aman como
nosotros.
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Tienen sentimientos como las personas, solo les falta hablar.
Por eso estoy en contra de todo maltrato animal. Es cierto que tenemos que
comer carne, pero no todos los días. La carne y el pescado deberían ser solo
para celebrar algún acontecimiento.
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En esta sociedad que vivimos, comemos carne o pescado casi a
diario y eso supone sacrificar animales, que sufren como nosotros mismos y en
eso no estoy de acuerdo. Si tienes una mascota, cuídala, no le hagas sufrir
nunca, quiérela como yo quiero a la burra de mi padre.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ
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