DIOS Y EL AMOR
17-09-2023
Decir Dios es decir amor, porque Dios es amor del bueno, del
que no traiciona, del que quiere a buenos y malos, sin distinción, porque todos
somos hijos suyos y nos ama a más no poder, desde su grandiosidad a la pequeñez
nuestra. Nos tiende su mano para que le queramos, como Él a nosotros.
Privilegiados somos de tener un Dios bueno y benevolente que se vuelca hacia
nosotros con la intención de ayudarnos en todo lo que puede.
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Nos da la vida y quiere que la conservemos después de este
mundo. Allá con Él en el Cielo, donde no hay maldad, donde todo es alegría,
donde no existe la envidia, porque todos tenemos de todo en abundancia. Que no
hay nadie mejor ni peor que nadie, todos somos similares. Que la convivencia es
pacífica, que no hay malos royos, que el AMOR con mayúsculas impera en el Reino
de los Cielos. Que todos aquí somos hermanos, hijos de un Dios poderoso y
bueno, que reparte su corazón a trocitos para cada uno de nosotros. Allí no hay
llanto, las penas no nos afectan.
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Que la alegría reina por siempre. Aquí no existe el dolor, ni
las enfermedades, porque todas las cura Él con amor. Es la única medicina que tenemos que tomar.
Una buena ración de amor, cada vez que haga falta y todo el mundo contento. No
se le negará a nadie algo bueno para él y la comunidad. Que Dios es feliz viéndonos
felices a nosotros. El Cielo es muy grande. Allí hay sitio para todos sobradamente,
o sea que podemos tener nuestra finquita cada uno.
El que quiere, puede ganarse su sitio en el Cielo, porque
contará con la ayuda de Dios Padre, que quiere a todos sus hijos de una forma
especial, con amor de Padre y progenitor de todos los vivientes. ¿Dónde está
ese Dios que quiero verle? Os preguntaréis, pues en el Cielo, fuera de nuestra
visión de hombres, que no podemos compartir estancia mientras el mundo sea
mundo. Llegará el día y no está lejos ya que podamos reunirnos con nuestro
Dios, compartir sus bienes que son muchos y viviremos felices.
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Ahora, muchas veces, hacemos burla de estas cosas, por
desconocimiento de causa, pero en viéndole, nuestra alma se crecerá y alegrará
de tener un Dios bueno, que mira por nosotros, por nuestro bienestar, por todo
lo que nos atañe. Que nadie es mejor que nadie en este mundo, somos similares
en cuerpo y alma y precisamos de un Todopoderoso, que nos guíe en esta senda de
lágrimas, de las que los únicos culpables somos nosotros mismos.
Que se aligeren las cosas y, más pronto que tarde podamos
estar en el Cielo con nuestro Dios.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA JUÁREZ.
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