Resulta paradójico, pero es cierto. Este señor, al caminar
por donde daba el sol o una luz potente, su cuerpo no proyectaba sombra sobre
el suelo.
Ni él mismo sabe bien del porqué de este fenómeno. La
naturaleza es inexplicabe y prueba de ello es este caso. Parece como si su
cuerpo fuese de cristal, o algo así.
La gente lo observaba con asombro y curiosidad. Alguno de
ellos decían que era brujería. Otros pensaban que era cosa del Señor. El caso
es que no hacía sombra a ninguna luz.
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Era cosa de magia decían otros. El que más, el que menos, se
asombraba de la particularidad de este hombre. Parece que no le dé el sol
decían algunos.
No es de este mundo, aseguraban otros, pero sí que lo era, de
padre y madre nacido, como cualquier otro. Solo la Providencia sabía el porqué
de este hombre.
Es inexplicable, decían otros. No puede ser. ¿Quién será este
que tan tranquilo pasea? No parece de padre y madre nacido, sino un ser de otro
mundo.
Para bien o para mal este hombre seguía con sus tranquilos
paseos por las calles de la ciudad, sin preocuparse de su sombra, ni por dónde
andaría ella.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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